Opinión | Viento fresco

Edgar Neville en Marbella

El hotel El Fuerte expone fotografías de huéspedes ilustres, como Rafael Alberti o Neville, personajazo excesivo al que imagino viendo el atardecer fumándose un buen puro

El hotel El Fuerte

El hotel El Fuerte / L.O.

El hotel El Fuerte de Marbella expone en su vestíbulo fotografías de algunos de sus ilustres huéspedes desde que en 1957 el fundador, José Luque Manzano, adquiriera la finca por un millón y pico de pesetas y reconvirtiera en hotel, primero modesto y luego grandioso, el alojamiento que la conocida como doña Elvira regentaba con más voluntad de dar cobijo barato a sus amigos que de hacer negocio.

En las fotos puede verse al poeta Rafael Alberti en el año 90, que hizo un dibujo que el hotel reproduce en sus posavasos. También a Lola Flores, que podía pasarse la tarde en recepción contando historias y anécdotas y que ocupaba una habitación en tanto concluían las obras de la casa Los gitanillos, que había comprado en la localidad.

Se alojaron igualmente Walt Disney, Diana Dors, a quien llamaban la Marilyn Monroe británica; Timothy Dalton, Vargas Llosa, Ricardo Soriano, Jaime de Mora, Hohenloe y un largo etcétera de nombres del cine, la literatura, la realeza, el empresariado o la vida social.

Entre ellos, Edgar Neville (1899-1967), gastrónomo, bon vivant, diplomático, director de cine, escritor, conde, amigo de Chaplin y uno de los que primero se dieron cuenta de las posibilidades de Marbella. Su idea de construir, expresada en un pregón, una ciudad de las estrellas en el término municipal, no llegó a culminarse pero sí que algunas caras conocidas, gracias a esa iniciativa, compraron casa en la localidad.

Imagino a Edgar Neville trotando por el hotel, pidiendo buen vino, viendo el atardecer y divisando el Estrecho con una ginebra en la mano, dando palique a los botones, sugiriendo salsas a los cocineros, lanzando requiebros a las empleadas, desplegando su voluminosa humanidad por aquí y por allá y celebrando tertulias en las que su conversación erudita saltara de un asunto a otro, amenísimo, versado, socarrón y hedonista. Neville llamó a su casa de Marbella ‘Malibú’. Dirigió películas como como La torre de los siete jorobados (1944) y El crimen de la calle de Bordadores y llegó a ser dialoguista de la Metro Goldwn Mayer.

Como era dado al humor, algunos estudiosos cicateramente le negaron se incluido en la nómina de escritores de la Generación del 27, aunque tengo para mí que Neville -que da nombre al auditorio de la Diputación de Málaga- se limpiaría el culo con esos estudios o antologías que tampoco incluían a Tono, Jardiel o Mihura, escritores humorísticos de indudable talento.

Neville fue militante de Izquierda Republicana, pasó parte de la guerra civil en Londres y luego ejerció de alguna manera como propagandista del bando rebelde, aunque no se ahorró decir más de una vez que los falangistas eran unos matones.

La fortaleza junto a la costa da nombre al hotel El Fuerte de Marbella

La fortaleza junto a la costa da nombre al hotel El Fuerte de Marbella / L.O.

Desayunando en El Fuerte, en ese amplio y variadísimo bufé lo imagino goloso, eligiendo champán, ostras, bollería fina, huevos revueltos y salchichas, tal vez unas fresas tambien, para fumarse luego un puro con amigos y conocidos, dejando ir la mañana contando anécdotas de Hollywood o París, horrores de la batalla de Madrid, chismorreos de actores y actrices, proyectos cinematográficos.

Es buen momento, este verano, entre caña y espeto, para recordarlo leyendo, por ejemplo, ‘Mi España particular: guía arbitraria de los caminos turísticos y gastronómicos de España’, que fue editada hace unos años por la editorial Reino de Cordelia. No sé si alguien lo ficharía como tertuliano y tal vez fuera un estupendo tuitero. Con sus contradicciones y su ingenio. Igual le hicieron albornoces muy XXL expresamente para él. Personajazo.