Opinión | Viento fresco

La vida en diferido

Nuestra televisión llevaba retardo frente a la de los vecinos del bloque de enfrente. El resultado fue que oíamos gritar gol cuando en nuestra pantalla todo era aún anodino

Nico Williams, durante el partido contra Georgia.

Nico Williams, durante el partido contra Georgia. / EFE

Estábamos viendo el partido de España en la Eurocopa y de repente sonó un bramido procedente del edificio de enfrente: gooool. Sin embargo, en nuestro televisor aún andaba el delantero intentando llegar al área o proporcionar un buen pase. Y en efecto, unos larguísimos segundos después, España marcaba.

A partir, de ahí, el sinvivir. Cuando Nico Williams o Lamine Yamal se acercaban a la portería rival, ya sabíamos que no iba a ser gol, dado que el edificio de enfrente permanecía en silencio. Si cantaban gol, nos poníamos de pie a abrazarnos y aplaudir, aunque con el rabillo del ojo mirando nuestra pantalla, donde aún andaba un delantero patrio driblando o chutando. Según en qué canal o plataforma veas el encuentro, hay un retardo respecto al directo. Eso no se hace. Y así nos pasamos el partido: soliviantados cuando oíamos un ayyyy, momento en el que en nuestra pantalla estaban procediendo a un anodino saque de banda. O expectantes al oír: andaaaa, dado que nosotros no podíamos decir andaaaa hasta pasados unos interminables segundos. No sabíamos qué significaba ese andaaaa. Probé a cerrar las ventanas, pero las gargantas vecinales son potentes y juveniles. Busqué un tapón para los oídos, pero no había para todos ni había ganas ni se puede ver un partido en silencio y aislado. Decidimos poner la tele a todo volumen, pero fue cuando el vecino de tabique, más cinéfilo que futbolero, se quejó del ruidaco, y eso que el comentarista de TVE es mesurado y tranquilón, aunque claro, cualquier mesura puesta a un cincuenta de volumen (el mando llega a cincuenta y cinco, creo) es una desmesura.

Con todo esto, comprobé cómo es la vida si le restan la emoción. Qué es un spoiler y qué ventajas tiene dotarse de una aparato de televisión más moderno. O de unos vecinos menos gritones. Estoy nervioso por el siguiente partido e incluso me he hecho el encontradizo con los vecinos adelantados por ver si me entero de si van a viajar o ver el partido en casa. He pedido un presupuesto para aislar el salón donde está la tele y hasta he pensado la posibilidad de verlo en un bar. No quiero la vida al ralentí. La emoción de segunda mano. El suspense cero. La emoción ninguna.

Voy a seguirlos a ver si compran lotería y, cuando unos días después, griten de emoción, trato de comprar en el intervalo en que la noticia me llegue a mí, un décimo en la misma administración. La vida es mirar el futuro, pero siempre hay alguien que lo quiere vivir por ti. Robártelo. Gritar gol antes que tú. Gente que merece banquillo