Opinión | Marcaje en corto

¿Dónde están los balones?

Ya en la anterior eliminatoria contra el Ceuta dieron muestras en Tarragona de lo que podrían llegar a hacer bajo la premisa de superar a cualquier precio estos play off de ascenso a Segunda División. Pero han llegado a empeorar su peor versión

Un creador de contenido de Málaga, acreditado en el partido contra el Nàstic, y agredido por la seguridad del estadio.

Un creador de contenido de Málaga, acreditado en el partido contra el Nàstic, y agredido por la seguridad del estadio. / Agencia LOF

El fútbol está repleto de tramposos. Por todas partes. Son mal ejemplo para los más pequeños. Pero es lo que hay. Del balompié actual podrían salir algunos de los mejores actores del firmamento global. Esa forma de caer cuando apenas te han rozado. Esos agarrones justo en el ángulo muerto del colegiado de turno. La mejor cantera para el teatro la encuentras cada fin de semana sobre el césped. Y en Primera RFEF, sin el videoarbitraje, aún más.

No extraña en absoluto que allí donde se inventara este deporte se bautizase Old Trafford como el «teatro de los sueños». Es un apodo atribuido a Bobby Charlton, que fuese leyenda del Manchester United. Pues para teatro (lo vuestro es puro teatro), lo del Nástic. No se puede caer tan bajo a la hora de plantarle cara a una plantilla tan joven y a ratos inocente como la del Málaga CF.

Ya en la anterior eliminatoria contra el Ceuta dieron muestras en Tarragona de lo que podrían llegar a hacer bajo la premisa de superar a cualquier precio estos play off de ascenso a Segunda División. Pero han llegado a empeorar su peor versión. En el encuentro de ida de esta eliminatoria, disputado en La Rosaleda, los jugadores del Nástic dieron un verdadero recital de antifútbol.

Recordemos las imágenes, luego viralizadas, en las que la zaga visitante introducía un segundo balón al campo justo cuando Roberto se disponía a rematar el tanto que adelantaba por primera vez al conjunto blanquiazul. Lo peor estaba sin embargo por llegar. La encerrona en tierras catalanas fue de esas que hacen historia.

Reiterativas faltas desde el primer minuto. Desquiciantes lances en los que reprochar absolutamente todo al árbitro. Lanzamiento descontrolado de balones desde la grada, en un intento desesperado por intentar que no se jugase ni un minuto más, ya con el Nástic acariciando el ascenso. Y que rozó lo criminal, ya en el túnel de vestuarios, esas amenazas que el propio colegiado dejaría plasmadas en el acta y que debieran acarrear sanciones ejemplares.

Es injusto juzgar a toda una afición, a toda una ciudad, por lo vivido y sufrido por el Málaga CF en este quinto ascenso de su aún corta historia con tal denominación. La directiva del cuadro tarraconense, algunos de sus jugadores y un sector importante de la grada no están a la altura de esa capital de provincia. Y duele decirlo, porque aquella costa guarda con la nuestra muchos nexos de unión. Son territorios de acogida, de turistas por millones y de emigrantes desde siempre.

Hay mucho corazón partido entre ambas provincias. Por razones laborales, sentimentales o personales. Y nada ni nadie debe separar lo que durante décadas se labró de manera natural. Ojalá que algún día las heridas abiertas este fin de semana sanen. Y que lo sufrido ante el Nástic, no sólo por el Málaga CF, pueda ser apenas el recuerdo de un mal sueño, de una pesadilla con la que empañar décadas de sana rivalidad entre equipos o aficiones.

Todo esto que hoy les traigo a esta última página, después de una madrugada sin sueño como víspera imposible de otra mágica Noche de San Juan, parte de esa forma de celebrar que sólo aquí en Andalucía sale a flote. Porque después de días de mucha tensión, de meses sin un rumbo exacto, en el que el capitán Sergio Pellicer aguantaba como podía las velas (mérito infinito el suyo), la plantilla no tuvo otra ocurrencia este domingo de contagiar, megáfono en mano, un nuevo cántico para la grada de La Rosaleda: «¿Dónde están los balones? ¿Los balones dónde están?».

Y es que como diría mi buen amigo Manolo Sarria, por estas latitudes hasta del peor drama hacemos un chiste. Ya no digamos cuando la tragedia se vuelve fiesta. Que de la alegría somos capaces, siendo la receta más saludable de todas, hasta de reírnos de nosotros mismos.

Luego están el Cautivo, nuestro Señor de Málaga, la Divina Pastora, todos los ángeles y arcángeles. A todos y cada uno de ellos se encomendaron cientos de miles de malagueños, la plantilla al completo. Y ante eso no importa que hayas alcanzado el minuto 122 de la prórroga. Que un balón suelto, casi llorando, pase a la historia. Que Antoñito Cordero se consagre subiendo a los altares de los Basti, Guede o Antoñito Hidalgo. Hemos vuelto a Segunda, sí. Como aquel verano de 1998, cuando hasta en Radio 3 gritamos el ascenso, gracias al maestro Paco Pérez Bryan.