Opinión | 360 grados

Varios peldaños más en la escalada militar entre Rusia y Occidente

Con los mortíferos ataques del pasado domingo contra Crimea, que Moscú considera desde su anexión territorio ruso, se han subido unos peldaños más en la cada vez más peligrosa escalada militar entre Rusia y Occidente.

A los rusos no parece caberles ninguna duda de que tanto en la elección de los objetivos con ayuda de los datos que proporcionan los drones como en la guía de los misiles ATACMS utilizados interviene siempre personal militar de EEUU.

La embajadora de EEUU en Moscú fue convocada al Ministerio de Exteriores ruso mientras que el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, acusó directamente a EEUU de esos ataques, «que han costado la vida a civiles rusos» y aseguró que «habrá consecuencias».

Los misiles tenían sobre todo como objetivo una base militar, pero la interceptación de uno de ellos por las defensas rusas hizo que explotara en el aire y las cargas que llevaba cayeron sobre una playa de Sebastopol llena en ese momento de gente.

Cuatro de los cinco misiles disparados por Ucrania iban armados con las llamadas bombas de racimo, prohibidas en numerosos países por ser especialmente letales para los civiles.

Su empleo en los ataques del domingo explican el alto número de víctimas entre quienes disfrutaban de un día en la playa: cuatro muertos, dos de ellos niños y al menos centenar y medio de heridos.

Mijailo Podolyak, asesor del presidente ucraniano, escribió en Telegram que quienes se encontraban allí eran sólo «ocupantes civiles» porque «en Crimea no hay ni puede haber playas, zonas turísticas ni falsas señales de vida pacífica».

Por su parte, el presidente Volodímir Zelenski declaró en su habitual mensaje por vídeo que «la Fuerza Aérea rusa debe ser eliminada donde quiera que esté» y que para ello se utilizarán «todos los medios eficaces posibles».

De signo muy distinto fueron los atentados terroristas llevados a cabo el mismo día en dos ciudades de la república rusa de Daguestán, en el Cáucaso norte, y que se atribuyen a islamistas.

Los terroristas, que dispararon indiscriminadamente sus armas automáticas contra la policía, atentaron contra iglesias ortodoxas y una sinagoga en la capital de la esa república, Majachkalá, y otra ciudad más al sur: Derbent.

Difícilmente podrá el Kremlin en este caso atribuir a Kiev esos atentados, que causaron también numerosas víctimas, como hizo con los llevados a cabo a finales de marzo por supuestos islamistas contra los asistentes a un concierto en el Ayuntamiento de Crocus, cerca de Moscú.

Especialmente preocupante para el Kremlin es el hecho de que tres de los terroristas muertos por la policía fuesen hijos o sobrinos de un alto miembro de la Administración local, que ha sido mientras tanto destituido.

Según confesó a la policía ese funcionario, sus hijos, con los que no tenía contacto desde hacía ocho años, se habían radicalizado en Arabia Saudí por contagio con el wahabismo.

Ocurre, sin embargo, que Arabia Saudí es un importante socio comercial de Rusia, además de miembro del grupo BRICS y posible organizador de una próxima conferencia de paz sobre Ucrania, en la que, a diferencia de la celebrada en Suiza, si participaría Rusia.

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