Opinión | Tribuna

Nada es normal en Catalunya

Estos deberían ser días de proclamación de president y aquí estamos, puestos y sin el novio presidenciable. Demasiadas crisis dentro de los partidos para que todo sea fácil. Hay que ir de recatado y no molestar a nadie. Demostrar que, aunque la independencia sea un imposible, no se renuncia a ella. Cansino pero cierto.

Lo normal sería que ERC apoyara a Salvador Illa, y a otra cosa. Pero la normalidad, lo normal, que siempre es puesta en duda porque, ¡cómo se atreve alguien a dibujar lo normal!, no está de moda. Y en este caso, la normalidad electoral debería conducir a un acuerdo de izquierdas -de ‘progrés’, dicen- entre socialistas, Esquerra y Comuns. Pero eso es demasiado sencillo.

Estos debían ser días de discursos, propuestas, votos y designación. Pero en España ya llevamos muchos años, recuerden 2019, donde la repetición de elecciones parece, repitamos el término, normal. Parece que ninguna formación se percate que volver a las urnas significa, por parte de los partidos, no dar por buenos los resultados. Eso significa rechazar el veredicto ciudadano. Y eso es feo y deprimente para el votante, con peligro de hartazgo.

Las elecciones las ganó Salvador Illa. No hay más. El debate se abre en el momento que el mismo partido que podría ayudar a una mayoría parlamentaria considera que esa postura lo debilitaría. Todas las formaciones se mueven por el interés de sus filas, pero un exceso daña la democracia. ¿Qué es más importante mi familia política o la sociedad?

Esta reflexión, que podría ser considerada como naif, es la que está demoliendo el interés ciudadano por los partidos, y eso es muy peligroso. Dan igual las alertas que se emitan desde muchas plataformas. Es demasiado sencillo verlo y muy complicado entenderlo. La política cortoplacista gana. Y en ese punto estamos. ERC se autoanaliza cada vez más pequeña y dividida entre los que saben de la necesidad de llegar a un acuerdo con el PSC y los que siguen tocados por el síndrome Puigdemont.

El sufrimiento personal que soportan Oriol Junqueras y Marta Rovira debe ser analizado. Lo sienten todo como injusto. El paso por la cárcel de uno, no lo ha convertido en héroe. La huida y abandono de su casa de la otra, no ha resultado como esperaba. Y ahora, divididos y enfrentados por hacerse con las riendas del partido. Menudo desastre.

Soy de la opinión que lo normal, disculpen la reiteración con el término, sería que Esquerra evitara ir a elecciones y primero resolviera sus problemas dentro del partido. Eso pasaría por hacer president a Illa y negociar que el mayor número de su gente se mantuviera en el Govern. Provocar una repetición electoral con una organización dividida es un suicidio, un desastre peor que ser acusados de ‘botiflers’ en el alborotado campo político catalán.

Sin embargo, las rencillas entre familias y tener dudas ante los liderazgos del partido son abono para tomar decisiones equivocadas. Todo apunta a que la renombrada lista única está rechazada. «Son proyectos diferentes», aseguró Raquel Sans, la portavoz de ERC. Ella misma también señaló que no deseaban una repetición de elecciones. Las llaves están sobre la mesa. Ahora hay que cogerlas.

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