Novela

Soledad Puértolas: vidas turbias que parecen plácidas

La escritora y académica de la RAE, ganadora de los premios Planeta y Anagrama, publica ‘La novela olvidada en la casa del ingeniero’, la historia del manuscrito donde se usurpa vilmente una herencia

Soledad Puértolas

Soledad Puértolas / L. O.

Santiago Ortiz Lerín

Santiago Ortiz Lerín

«La vida tiene sus dosis de fatalismo y a veces caen enteras sobre el destino de una sola persona», que es como en esta novela de Soledad Puértolas que publica la editorial barcelonesa Anagrama, ‘La novela olvidada en la casa del ingeniero’, se describe al personaje de la tía Leonor, con su melena pelirroja y sus ojos pardos, es decir, una particular versión de la femme fatal hollywoodense al estilo de la actriz norteamericana Jessica Chastain, pero con un carácter explosivo cuando se desahoga con su hermano en fuertes discusiones por una vida castigada con un marido infiel y unos hijos despegados. Pero la tía Leonor tenía una debilidad, su sobrina, que llevaba su mismo nombre, y que es la narradora de esta historia, una narradora a lo Nick Carraway, el paradigmático narrador testigo del gran Francis Scott Fitzgerald, y que Leonor, la sobrina, acabará siendo un personaje más de la novela con su propia subtrama, es decir, enlazada con una trama principal tantas veces ocurrida en muchos lugares, además de en la literatura, cuando aparece el oportunista de turno como una picadura de avispa, los que bailan cuando oyen la palabra dinero y con unos valores éticos tan sólidos como un castillo de naipes, cuyo único objetivo, valiéndose de la proximidad con una persona vulnerable, es manipularla para convertirse en su heredero universal en detrimento de sus parientes legítimos.

Esta historia transcurre entre los años sesenta, los últimos de la dictadura, y la transición a la democracia y sus años inmediatos, pero Soledad Puértolas envuelve esta trama en una estructura metaliteraria, es decir, no es una historia lineal con un narrador único, sino una especie de muñeca matrioska, donde una historia está dentro de otra historia y hay varios narradores. La autora aragonesa comienza desarrollando un argumento en el que la novela es descubierta en el disco duro de un ordenador obsoleto que se hallaba en el desván de una casa en un pueblo castellano que compra una familia para pasar sus días de descanso. El texto se pasa de unos personajes a otros sin conocer su autoría, o especulando sobre ella, para valorar si verdaderamente se trata de una novela, es decir, la intertextualidad de esta historia que se infiere por el hallazgo de un manuscrito, y su metaliteratura tras valorar por sus descubridores lo que tenían entre manos. Digamos que para buscar la verosimilitud Puértolas explotó lo que decía Vladimir Nabokov en sus cursos de literatura, que el escritor es un embaucador, y ella lo hace suscitando el interés del lector por un manuscrito escondido y olvidado, una técnica milenaria, ¿a quién no le seduce una historia olvidada y desconocida? No obstante, la autora asume el riesgo de intercalar algún capítulo donde interviene a través de comentarios sobre el texto uno de sus descubridores, es decir, el riesgo del abismo explicativo en la narración, aunque sin llegar a caer en él.

La tía Leonor, eran otros tiempos, ha de tragar carros y carretas, como se decía antes, por las infidelidades de su marido, pero que decide luchar por la herencia de una tía de este, una herencia millonaria, pues el administrador de la tía ha logrado que el heredero sea él, un personaje poco querido en el pueblo, y que entrega a la tía Leonor un ridículo juego de café como recuerdo de la tía Herminia, con lo que lejos de calmarla provoca ponerla en pie de guerra para reclamar lo que es suyo, que en realidad era de su marido, pues era el sobrino de la tía Herminia, pero que ella decide que este era el momento de cobrarse los líos de faldas de su esposo, a quien le faltan agallas para reclamar la herencia. Siempre se dice que las herencias dividen a las familias, podríamos decir que entre la tía Leonor y su marido fue más bien al contrario. Y ella, que confía en su sobrina, le pide su apoyo, una sobrina con vocación de escritora y que es quien cuenta la historia, una historia que en un momento dado oscila hacia la novela negra por la sordidez del administrador de la tía Herminia y el entorno de este, pero que, a su vez, también, hacia el crecimiento personal de la joven narradora, así como la evolución de su familia con el paso de los años mientras transcurre esta historia.

Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) estudió periodismo y literatura en la Universidad de California. Desde hace catorce años es miembro de la Real Academia Española, y esta es la décimo tercera novela que publica. En 1989 ganó el Premio Planeta con la novela ‘Queda la noche’, y en 1993 el Premio Anagrama con el ensayo ‘La vida oculta’. En los años ochenta fue asesora del Ministerio de Cultura del Gobierno de España en la promoción del idioma español en el mundo, y en 2003 fue galardonada con el Premio de las Letras Aragonesas.

La construcción de los personajes, en especial el de la tía Leonor, es uno de los elementos que le sirvieron a la autora para construir la novela, digamos, como las paredes maestras en las casas antiguas, hay un contexto donde este personaje potente, muy unido a la narradora, provoca que se desenvuelvan ambas en la historia, una trama que llevan tras de sí, más que al contrario, pues la historia avanza cuando la tía Leonor quiere impugnar la herencia y ello se produce, indirectamente, por el apoyo de su sobrina, que en distintas ocasiones acompaña al pueblo a sus tíos, pues los padres de la narradora miran la historia desde la distancia, con una relación fraternal de amor odio entre la tía Leonor y su hermano, que es el padre de la narradora.

200720912

Portada de la novela. / L. O.

La novela olvidada en la casa del ingeniero  

  • Soledad Puértolas
  • Editorial: Anagrama
  • 216 páginas. 17,90 €