Diario de lecturas

Artritis lectora y presbicia, males del lector avejentado

No me tienta tanto la ficción como el ensayo desde hace ya muchos años. Creo que es algo muy común en lectores ya avejentados como yo. En esto pensaba el otro día escuchando a Victoria Combalía en un acto del Centro Andaluz de las Letras, quien comentaba con Lorena Codes su vida y su posición protagonista en el relato del arte contemporáneo en la España de las últimas décadas, todo esto a propósito de la reciente publicación de su libro ‘Ver para vivir’ (Editorial Tusquets), una obra de clara vocación memorialística. Eso no significa que no lea novelas, porque ese vicio espero no abandonarlo nunca. Pero sin duda ya no estoy tan pendiente de qué se supone que hay que leer, y busco las dosis de ficción que necesito entre mis autores de referencia, y la mayoría pasan ya por ser clásicos o cultivan el género negro o la ciencia ficción. Vamos, que ya sufro de artritis lectora. No me preocupa. Me parece que ya es bastante que siga esforzándome en leer pese a las dificultades que la presbicia se empeña en ponerme por delante. En fin, a todo esto le he estado dando vueltas en estos días porque tras leer un par de libros de Stanislaw Lem sobre sus recuerdos de la Segunda Guerra Mundial -adelanto que no fue una fiesta para el polaco-, lo siguiente que me espera en mi mesa de lecturas son los diarios del París ocupado de Ernst Jünger. Reconozco que también he leído algunos tebeos de superhéroes, y debo decir que mi interés en las andanzas de estos vigilantes me sorprende incluso a mí mismo.