Opinión | Málaga de un vistazo

Julio, el calor del reencuentro

El calor se auto invita en este incipiente julio para evocarnos su incondicional e inherente presencia en el alma de una Málaga que lo espera y se apodera de todo

El calor, viajero que siempre retorna, nos visita con el empeño de hacernos reflexionar sobre quiénes somos

El calor, viajero que siempre retorna, nos visita con el empeño de hacernos reflexionar sobre quiénes somos / Ana Escobar

Comienza el mes séptimo en una ciudad donde el calor nos abraza de forma ardiente como si se transfigurara en el primer amor de verano en aquel distante estío cuando éramos jóvenes, alegres, efusivos y pensábamos en esos primeros besos alojados para siempre en nuestra memoria furtiva y desmelenada. El calor se auto invita en este incipiente julio para evocarnos su incondicional e inherente presencia en el alma de una Málaga que lo espera y se apodera de todo y de todos. El malagueño percibe su esencia con la paciencia y mesura de un hijo adolescente en el momento que sus padres le esclarecen la condición humana sobre un futuro aún sin vislumbrar. El calor, viajero que siempre retorna, nos visita con el empeño de hacernos reflexionar sobre quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos en esta urbe cargada de luces e inagotables sombras. Este peregrino singular nos anuncia su llegada con la cual la penumbra se convierte en estancia cerrada, silencio reflexivo, sonrisa oculta, serenidad confusa, ardor aterido, sofoco insinuante; en añoranzas de un pasado acrónico de este incontestable contertulio que ya forma parte del carácter local de esta capital del sol.

Observo, de nuevo, a D. Luis de Armiñán desde su puente contemplar, con mayúscula dificultad por los gemelos rascacielos, los montes y el cauce del Guadalmedina hacia la presa del Limonero. El intenso calor le hace ver un espejismo: un paseo fluvial de cinco kilómetros en las márgenes del río sombreado por el frescor de algarrobos, sauces, encinas, chopos… El calor de julio también nos acaricia con el reencuentro: Fernando Gómez del Cano, ingeniero de sueños, desde tu México temporal, bienvenido a casa.