Opinión | Tribuna

El histrionismo y la política

Una gran parte de gobernantes han tenido o manifestado conductas con alto componente histriónico. Sin ir más lejos, y según mi criterio, grandes reyes o el propio Napoleón

Tiene el histrionismo una doble acepción, por un lado hablamos de una puesta en escena, de teatralización propia del histrión, al que la RAE, como segunda acepción, identifica con «Persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral»… y mucho de teatro hay en la política.

Pero existe otra orientación del concepto referido a trastornos de conductas, dentro de la temática de salud mental, que especifica los síntomas o manifestaciones que pudieran determinar el diagnóstico exacto de un «trastorno de personalidad histriónica», lo cual es más grave.

Según criterios más científicos orientados a precisar el trastorno de la personalidad histriónica de forma clínica, podemos recurrir al DSM V, (el Manual Diagnóstico y Estadístico, el DSM por sus siglas en inglés, es una guía ampliamente utilizada en Estados Unidos para el diagnóstico de los trastornos de salud mental, tanto en adultos como en niños) donde, el histrionismo, se caracteriza por un patrón general de excesiva emotividad y una búsqueda de atención, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los ochos siguientes ítems:

Se siente incómodo en situaciones en las que no es el centro de atención.

La interacción con los demás se caracteriza con frecuencia por un comportamiento sexualmente seductor o provocativo inapropiado.

Presenta cambios rápidos y expresión plana de las emociones.

Utiliza constantemente el aspecto físico para atraer la atención.

Tiene un estilo de hablar que se basa excesivamente en las impresiones y que carece de detalles.

Muestra autodramatización, teatralidad y expresión exagerada de la emoción.

Es sugestionable (es decir, fácilmente influenciable por los demás o por las circunstancias).

Considera que las relaciones son más estrechas de lo que son en realidad.

En todo caso no es mi interés el hacer una disertación sobre el histrionismo como patología psiquiátrica, aunque para los interesados, les remitiré a internet donde encontrarán interesante información al respecto, o a mi propio blog donde allá por agosto de 2012, hablaba de este asunto con mayor profundidad.

Solo aludiré, además de lo ya mencionado, a que las personas con trastorno de la personalidad histriónica suelen expresar sus emociones de manera exagerada. Suelen ser vanidosas y egocéntricas, y se sienten incómodas cuando no son el centro de atención. A menudo son seductoras en apariencia y comportamiento, ya que les preocupa mucho captar la atención de los demás. Buscan continuamente a alguien que les tranquilice, que apruebe lo que hacen, y pueden enfadarse cuando alguien no les atiende o halaga. Suelen ser impulsivos y poco tolerantes a la frustración. Su estilo cognitivo es extremista, tienden a ver todo en términos de blanco o negro. Su discurso a menudo carece de detalles y es exagerado.

Estamos bastante acostumbrados a ver en escena a políticos, hombres y mujeres, que manifiestan algunas, o bastantes, de estas conductas. Una gran parte de gobernantes, sobre todo de especial relevancia histórica, han tenido o manifestado conductas con alto componente histriónico. Sin ir más lejos, y según mi criterio, las presentaron grandes reyes, el propio Napoleón y más recientemente Hitler, Mussolini y otros. Últimamente se han incorporado políticos que resultan disruptivos con el sistema, como son Trump, Bolsonaro y ahora un claro exponente sería el Sr. Milei, sin olvidarnos de Putin y un amplio etc.

En nuestro caso, puede que el ejemplar que más se significa en esta manifestación sea la señora Ayuso, cuyas conductas encajarían bastante bien en lo ya descrito, sin excluir a algunos otros de diferentes ideologías, ya que podemos encontrar un variado elenco de ellos en cualquier partido. Milei, a quien Ayuso homenajeó el 21 de junio con una medalla, es un caso singular con su componente preocupante, dado el uso de la motosierra y ese grito, argumentalmente inconsistente, de ¡Viva la libertad, carajo!, que anda merodeando por las proximidades, provocando, insultando y perdiendo los papeles, si es que alguna vez los tuvo, además de tergiversar el propio concepto de libertad, ausente del acompañamiento de los otros dos valores de la democracia liberal, como son la igualdad y la fraternidad, llevando el concepto libertad a una concepción de lucha darwinista deshumanizada, como he referido en otras ocasiones.

En todo caso, los políticos histriónicos, comparten una forma grosera y agresiva de ejercer la política, dado que en todos ellos es común las importantes dosis de teatralidad en sus actos, el regodeo del discurso, su vanidad, egocentrismo, intolerancia a la frustración, etc. Por desgracia la escenificación forma parte de la seducción y ellos usan esa teatralidad para seducir al ciudadano y captar su voto.

La cuestión sería: Si el histriónico es un ser egocéntrico, vanidoso, a la vez que seductor, extravagante y, en cierto sentido vulnerable, en busca de atención y con reacciones emocionales exageradas… ¿es un sujeto idóneo para ejercer la política? Parece que este desequilibrio, manifestado además desde la beligerancia, no sea un buen aliado para la toma de decisiones y permitir una visión holística de la sociedad, desde la perspectiva de estadista, que se le debe exigir a todo político con vocación de servicio. Su efecto nefasto sobre la sociedad se da en un intento pertinaz de influir en la gente despertando emociones para neutralizar el uso de la aséptica razón, caiga quien caiga, si ello sirve para alcanzar el poder, que es su objetivo final.

Existe otro trastorno, el de la personalidad narcisista, que hoy no trato, pero que tiene algunas manifestaciones comunes o similares al histriónico, aunque son alteraciones diferentes, que también es bastante habitual encontrarlo en el mundo de la política. Tal vez andemos gobernados por gente demasiado trastornada y eso es responsabilidad nuestra que los votamos.

Si los narcisos e histriónicos nos llevan a su terreno mediante al atrapamiento emocional, habremos perdido la partida del uso de la razón y el sentido crítico del pensamiento libre. La libertad, que defiende el ‘anarcoliberalismo’ de Milei y sus adláteres, sin sus acompañantes de igualdad y fraternidad, es un concepto anárquico fundamentado en el egocentrismo del sujeto con escasa empatía y carente de una proyección humanista, por tanto rechazable, bajo mi criterio.

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