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El cartel de la Feria: una metáfora de la realidad

Lo que debería ser una celebración de nuestra cultura y nuestras tradiciones se ha convertido en un circo mediático y comercial

Antigua imagen de caballistas en la Feria de Málaga.

Antigua imagen de caballistas en la Feria de Málaga. / L. O.

Se abre el telón de la Feria de Málaga 2024, y con él, la tan esperada votación popular para elegir el cartel que representará nuestra popular fiesta. Desde el pasado miércoles 19 de junio y hasta el lunes 24 a las 10:00 horas, los malagueños mayores de edad pueden votar a través de Internet para decidir cuál de las cinco propuestas finalistas será la afortunada de anunciar la Feria, y de paso, embolsarse los 3.600 euros del premio. Los otros cuatro finalistas no se irán con las manos vacías, llevándose un accésit de 600 euros cada uno.

Hasta aquí, todo suena muy democrático y participativo, una fiesta de la cultura popular, ¿verdad? Pero la realidad, queridos amigos, es mucho más triste y gris que la teoría. Las propuestas presentadas para el cartel de la Feria de Málaga 2024 han sido de una calidad tan baja que uno no puede evitar preguntarse si realmente estamos hablando de la misma ciudad que albergó a los miembros de generaciones brillantes, de la Peña Montmartre y a tantos otros artistas de renombre. Uno podría pensar que Málaga, con su rica tradición artística y cultural, sería un hervidero de creatividad y talento. Sin embargo, el nivel de las propuestas para el cartel de la Feria de este año parece contradecir esta suposición. Si esto es lo mejor que se pudo seleccionar, no quiero ni imaginarme cómo eran las demás propuestas. Es más, quizá deberíamos empezar a pensar que estos carteles son, en realidad, un reflejo fiel de lo que es nuestra feria hoy en día: impersonal, falta de originalidad y nivel, y con un creciente número de malagueños que deciden huir de la ciudad cuando llega la fecha en cuestión.

Es fácil criticar los carteles finalistas y hacer chistes sobre la falta de creatividad de sus autores, cierto es, pero quizás deberíamos reflexionar un poco más. Estos carteles, con sus colores deslavados y sus diseños genéricos, son el espejo de una feria que ha perdido su esencia. La Feria de Málaga, que antaño era un evento singular y lleno de personalidad, se ha convertido en una especie de parque temático para turistas, donde lo único que importa es vender más «bebida amarilla» y kebabs. No es casualidad que cada vez más malagueños decidan marcharse de la ciudad durante la feria. Algunos acuden un día por compromisos profesionales o sociales y después pican billete. Cosa parecida a lo que hacen muchos hosteleros. Lo que debería ser una celebración de nuestra cultura y nuestras tradiciones se ha convertido en un circo mediático y comercial, donde los intereses económicos priman sobre cualquier otra consideración. La falta de originalidad y el nivel mediocre de los carteles presentados no hacen más que subrayar esta triste realidad.

Quizás sea el momento de replantearnos qué queremos para nuestra feria. ¿Queremos seguir adelante con este modelo impersonal y comercial, o queremos recuperar la esencia de lo que hizo grande a la Feria de Málaga? Es decir, la feria de aquí hecha por y para los de aquí. Los carteles de este año nos están diciendo algo, nos están gritando que hemos perdido el rumbo. Claro, podríamos tomarnos todo esto con un poco de humor. Podríamos imaginar que los autores de estos carteles finalistas se inspiraron en una tarde de resaca después de una noche de feria. Podríamos reírnos de que, quizás, los jurados seleccionaron los carteles con los ojos vendados. Pero la realidad es que, detrás de la broma, hay una verdad incómoda que no podemos ignorar. Y por cierto, el jurado es bastante decente, reconocible y de fiar. Así que, lo elgido, es por seguro lo mejor de todo.

A pesar de ello, es justo reconocer la labor extraordinaria que desarrolla la concejala responsable de la Feria, Teresa Porras, y todo su equipo. No es tarea fácil sacar adelante un evento de tal magnitud en un contexto donde la calidad de las propuestas artísticas es, en el mejor de los casos, cuestionable. El esfuerzo y dedicación que ponen en organizar y mantener viva la Feria de Málaga es encomiable, sobre todo cuando tienen que lidiar con críticas y desafíos constantes. Lograr que la feria siga siendo un evento de referencia, a pesar de todas las dificultades, es una hazaña que merece nuestro reconocimiento y respeto.

Tal vez, lo que nos toca ahora como ciudadanos es apoyar más activamente estas iniciativas y exigir, tanto a los artistas como a nosotros mismos, un mayor compromiso con la calidad y la autenticidad. La Feria de Málaga no debería ser simplemente un evento para atraer turistas, sino una verdadera celebración de nuestra identidad cultural. El arte, después de todo, es un reflejo de la sociedad, y quizás el bajo nivel de las propuestas de este año es un llamado a que todos, desde las autoridades hasta los ciudadanos de a pie, reflexionemos sobre el tipo de feria que queremos tener en el futuro.

La Feria de Málaga tiene al enemigo en casa que son los propios malagueños, pues, con su pasividad, inercia y falta de interés, da por bueno algo que claramente no lo es. Esta actitud de conformismo y resignación se ha convertido en una especie de mantra silencioso que resuena en muchos aspectos de la vida malagueña. Lo que debería ser una vibrante celebración de nuestra cultura y tradiciones se ha transformado en una sombra deslucida de lo que podría ser, y esta decadencia llena de gente no es accidental, sino el resultado de una apatía generalizada que impregna a los ciudadanos. Con la feria pasa lo mismo que con tantas otras cosas en esta ciudad: se aprueban y aplauden por pura pasividad, sin una verdadera evaluación crítica de su valor y calidad. Esta aceptación ciega y conformista no sólo perpetúa la mediocridad, sino que también sofoca cualquier intento de innovación o mejora. Así, la Feria de Málaga se convierte en un triste espejo de una ciudad que, en muchos aspectos, parece haber perdido su capacidad de exigir lo mejor de sí misma.

La votación para el cartel de la Feria de Málaga 2024 es más que una simple elección de un diseño gráfico; es un reflejo de la feria y, por extensión, de nuestra ciudad. Esperemos que este año sea un punto de inflexión, una oportunidad para reflexionar y recuperar la autenticidad y la vitalidad de nuestra Feria de Málaga. Porque si no, no nos quedará más que seguir riéndonos para no llorar.