Análisis

Colette y la revolución de la literatura femenina

«Colette es un monstruo sagrado, una escritora verdaderamente fascinante, la única gran escritora de Francia», Simone de Beauvoir, en carta de 1949 a su amigo Nelson Algren

Miguel Ángel González

Sidonie-Gabrielle Colette (1873-1954), novelista, periodista, guionista, dramaturga y actriz, tuvo un gran éxito en los años que conocemos como Belle époque, el fin-de-siécle parisino. Con ella tuve como lector un extraño comienzo. Durante un tiempo, no sé bien por qué, pensé que era una escritora de segunda fila, autora de novelitas populares –hoy diríamos de quiosco- que por el morbo de sus contenidos y el descaro de sus descripciones se vendían como rosquillas. Salvando las distancias, situaba a Colette en la literatura erótica, entre Safo de Mitilene, ‘Lolita’ de Nabokov, ‘Buenos días tristeza’ de Françoise Sagan y muy cerca de Anaïs Nin en ‘Pájaros de fuego’ y en sus escabrosos diarios. Pero estaba equivocado.

Tampoco entré con buen pie en su lectura, pues la primera novela de Colette que cayó en mis manos fue ‘El fanal azul’, la última que escribió en 1949 cuando tenía ya 81 años. Un texto más asentado y menos provocativo, en el que recupera recuerdos, viajes, amigos, amantes, su amor a la naturaleza y a los animales. Es la sabia reflexión de una persona cansada, pero vitalista y que no tira la toalla. Al leer ‘El fanal azul’ la imaginé en su lujoso apartamento de París, rodeada de gatos, inmovilizada por la artrosis, en una silla de ruedas, junto a un escritorio que amontonaba papeles y libros, y alumbrada día y noche por una lámpara que cubría con una tela azul que dio título al libro. Quedaban ya muy lejos sus escapadas a Montecarlo y Saint-Tropez, sus esporádicos viajes a Nueva York, Berlín, España y a los fiordos noruegos en el yate ‘Eros’ de los Rothschild.

Su escritura sincera y de extraordinaria sensibilidad me hizo cambiar de opinión respecto a su literatura y acudí a la biografía que de ella había escrito Judith Thurman, ‘Los secretos de la carne: vida de Colette’, un retrato que parece una novela y nos lleva del decadentismo de finales del siglo XIX hasta los años cincuenta del siglo pasado.

Así supe que Colette fue una chica de provincias, ingenua, vivaracha, bella, de ojos felinos y con una trenza pelirroja que le llegaba a las rodillas, que creció en un pequeño pueblo de la Borgoña y tuvo una educación laica que potenció su natural rebeldía. Siendo aún adolescente, Colette conoce a Henry Gauthier Villars, ‘Villy’ para los amigos, cuarentón barrigudo, bebedor, calavera y mal escritor, pero un hombre de mundo que la deslumbra y se casa con él. Quince años mayor que ella, ‘Villy’ es un sinvergüenza de manual que la introduce en la vida artística y libertaria de los salones de París donde coincide con Anatole France, Proust, D’Annunzio y Ravel, animándola a escribir –Colette apuntaba maneras-, pero será él, ‘Villy’ quien firme los libros que escribe ella. Villly se aprovecha del talento de su mujer para cubrir los gastos de su licenciosa vida.

Las primeras cuatro novelas que Colette dedica al icónico y desmadrado personaje de Claudine fascinan y escandalizan a la sociedad de su tiempo. Se vende medio millón de ejemplares en pocos meses y se desata una curiosa mercadotecnia con tazas decoradas, carteles y todo tipo de accesorios con la figura de Claudine. Con aquella novela se lanzaba, con frescura y osadía, el símbolo de la mujer joven y libre que daba al traste con la imagen sumisa y convencional de la mujer.

Precursora de la literatura LGTB, con un extraordinario dominio del lenguaje y buen humor, Colette revoluciona en Europa la literatura femenina. Con trajes masculinos, pelo a lo garçon, un cigarro en la mano y fotos atrevidas, triunfa en un París ávido de transgresiones en el que corre el champán, el opio, la morfina y se celebran sesiones espiritistas. Villy llega al extremo de encerrar a Colette dos días en una habitación para que no se distraiga y escriba. Hasta que Colette dice basta. Se divorcia y se lanza a una vida frenética. Actúa en el teatro y en espectáculos de music-hall. En el Moulin Rouge interpreta a una momia en ‘El sueño de Egipto’ que va perdiendo vendas hasta quedar como Eva en el Edén.

Travestida, descubre la bisexualidad, tiene entre sus amantes femeninas a ricas herederas, a escritoras y a la marquesa de Belboeuf, (‘Vissy’ en la alcoba). Y entre sus amantes están Jean Cocteau y Paul Valéry. Contrae segundas nupcias con el periodista Henry de Jouvenel, pero convierte en amante a su hijastro que sólo tiene diecisiete años. Es la aventura que describe en ‘Chéri’, novela que acabo de leer, donde dinamita los estereotipos y retrata con ironía y lucidez la descalabrada sociedad francesa de su tiempo.

Y sigue escribiendo. No sólo novelas. Hace adaptaciones teatrales, guiones cinematográficos y crítica teatral en La revue de Paris, Le Matin y Le Journal. También colabora con Maurice Ravel. La publicación de ‘Lo puro y lo impuro’ que saca en entregas en el semanario ‘Gríngoire’ crea tal escándalo que se aborta su publicación. Entre sus obras, además de las citadas, cabe citar ‘La vagabunda’, ‘Dúo’, ‘El trigo tierno’, ‘La ingenua libertina’, ‘La gata’ y ‘Gigi’, que aborda el drama de la prostitución y que Vincent Minnellli lleva al cine. Cuando toda su obra se incluye en el ‘Índice de Libros Prohibidos’, Graham Grenne escribe en ‘Le Figaró’ una airada carta contra el arzobispo de París que, por la condición atea de la escritora, le había negado un funeral católico.

Poco importó. A Colette, ya entonces, se la considera hoy una gloria nacional. Recibió los elogios, entre otros, de Proust, Gide, Maurras, Paul Valéry, Cocteau, Bataille, Mauriac, Claudel, Aragón, Sartre y Simone de Beauvoir. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua y Literatura de Bélgica y de la prestigiosa y masculina Academia Goncourt que acabó presidiendo. La República Francesa le hizo unos funerales de estado, se decretó luto nacional, se colocó su catafalco en los jardines de Palais-Royal y recibió la Legión de Honor. Su obra se ha traducido a 34 lenguas y en los últimos años se han se multiplicado las adaptaciones cinematográficas de su vida y de sus obras.