Relato

Onetti: el infierno tan temido

Al cumplirse treinta años del fallecimiento de Juan Carlos Onetti lo honramos recordando ‘El infierno tan temido’, el cuento perfecto, la obra maestra del relato breve, donde supo retratar la maldad de manera impecable

Juan Carlos Onetti.

Juan Carlos Onetti. / La Opinión

Apenas hace unos días, el 30 de mayo, se cumplieron 30 años del fallecimiento de Juan Carlos Onetti, en Madrid, y pese a ello, la impresión, el sobrecogimiento que produce leer uno de sus textos permanece indeleble, como una cicatriz perpetua en el corazón.

Siguiendo a Vargas Llosa cabe decir que es uno de los primeros escritores sudamericanos que introduce la modernidad en su narrativa. Con él llega la renovación total de la narrativa latinoamericana. Lo hizo siguiendo los pasos de su gran maestro, Faulkner, asumiendo su gran influencia, pero sabiéndole dar su impronta personal, que logra gracias a gran complejidad y su enorme riqueza inventiva.

La obra de Onetti, pese a su poder y majestuosidad, siempre ha encontrado dificultades para lograr el reconocimiento y difusión que merece, para llegar a nuevos mercados editoriales. De un lado está la desesperanza y la frustración que conllevan sus historias, pero especialmente se debe a que Onetti no es fácil de leer, la hondura y profundidad narrativa exigen un esfuerzo intelectual del lector. Lo que Onetti genera en el lector, es una complicidad, una subjetividad múltiple que crea diferentes percepciones. La obra acepta múltiples y contradictorias interpretaciones. Esta es su grandeza.

Juan Carlos Onetti era un abanderado de esos escritores llamados malditos, aquellos que cuando escriben muestran ese lado oscuro de la condición humana. En América Latina no hay un escritor que encarne el malditismo mejor que Onetti. En sus historias, de manera sistemática, casi maniática, vemos repetirse la frustración, el naufragio vital y el fracaso que determina el futuro de sus personajes. Son personajes que no tienen la vida que quisieran tener, son incapaces de triunfar y como no pueden vivir la vida que quisieran, la sueñan la idealizan y consuman el arte de la fuga, la huida, casi siempre a través de la ensoñación, hacia lo imaginario hacia la ficción

Más allá de sus grandes novelas, ‘El pozo’, La vida breve’, El astillero, ‘Los adioses’ o ‘Juntacadáveres’, hoy, como homenaje a su aportación a la gran literatura queremos detenernos en uno de sus cuentos más célebres, ‘El infierno tan temido’. Se trata sin duda de una pequeña obra maestra, uno de los mejores cuentos de la literatura, comparables a otros de Chejov, de Faulkner o de Babel. Es una historia muy simple y a la vez aterradora.

Es la mejor descripción de lo que es el mal. Siempre nos preguntamos cómo podemos retratar el amor, la belleza o la maldad. Es complicado, casi imposible. Pero Onetti lo hizo. En ‘El infierno tan temido’ la maldad esta allí, pintada con palabras. Solo hay que introducirse en su envolvente lectura.

Risso, un mediocre periodista de cuarenta años, dedicado a la información hípica, viudo y con una hija, se casa con una joven actriz de teatro, Gracia César, veinte años menor. La pareja es más o menos feliz hasta que ella le anuncia que ha cometido adulterio. Entonces él exige separarse. Tras verse repudiada y despreciada por Risso ella comienza a urdir su venganza. Risso comienza a recibir cartas con fotos de ella que le muestran haciendo el amor con hombres distintos y desconocidos.

La primera tiene una foto tomada en Bahía con una nota de ella que dice «Recuerdos de Bahía». Onetti no describe lo que se ve en la foto pero nos dice que era una foto «en la que el odio y la sordidez se acrecentaban en los márgenes sombríos». La segunda foto llegó desde Asunción, «con un hombre visiblemente distinto». Risso temió entonces «no ser capaz de soportar un sentimiento desconocido que no era ni odio ni dolor, que se emparentaba con la injusticia y la fatalidad». Llegaron otras cartas desde Brasil, Lima, Buenos Aires, Santiago. El pensó que podía comprender la totalidad de la infamia y aceptarla, pero supo que «estaba más allá de su alcance el organizado frenesí con que se cumplía la venganza». Se sintió indigno de tanto odio, de tanta voluntad de hacer sufrir. El miedo empezó a paralizarle y a impedirle hacer frente a la infamia. En las semanas siguientes recibe nuevos sobres con fotografías. Luego las cartas con las fotos empiezan a recibirlas los compañeros del periódico, pero otro día es su ex suegra, la abuela de su hija, quien recibe las fotos Y finalmente es la propia hija del periodista quien recibe una de las fotos, una niña menor e inocente, «segura esta vez de acertar en lo que Risso tenía de veras vulnerable». Finalmente consigue su destrucción cuando él acaba suicidándose.

El origen según contó el propio Juan Carlos Onetti en su entrevista con Joaquín Soler Serrano es una pequeña historia que le contaron de dos chicos que trabajaban en la radio y se habían hecho un juramento eterno de amor. Ella rompió el juramento y el chico rompió con ella. Entonces por despecho ella empezó a mandarle cartas con fotografías de ella; fotos obscenas, para martirizarlo. Onetti contó entonces que se apostaron con él que no era suficientemente puro para escribir esta historia. «Me puse a escribirla y veía que no encontraba la fórmula, que fracasaba; hasta que un día una amiga alemana me sugirió que lo escribiese como una novela de amor, porque si ella le seguía mandando fotos era porque seguía enamorada de él, aunque quería destruirlo. Y así lo escribí».