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Rodrigo Cortés: «Estoy a favor de escribir tonterías porque lo que no lo es caduca en 3 años»

Después de dos novelas más dos compilaciones de relatos breves y aforismos, publica su quinto libro, Cuentos telúricos. Lo presenta este martes, en el Museo de Málaga, a partir de las 19.00 horas, invitado por el Centro Andaluz de las Letras

El escritor y cineasta Rodrigo Cortés, en una imagen reciente.

El escritor y cineasta Rodrigo Cortés, en una imagen reciente. / MIKI LÓPEZ

Elena Pita

Dicen todas las biografías de Rodrigo Cortés que quiso ser (por orden cronológico) pintor, músico y escritor, y que hoy está encantado de conocerse porque ha logrado aunar sus variadas «vocaciones» en el cine: cinco películas de altísimo presupuesto y estrellas rutilantes de la talla de Uma Thurman o Ryan Reynolds, Sigourney Weaver o Robert De Niro, que le han reportado críticas muy contradictorias pero un cierto amor del inconformismo (recuerden Buried, aquel experimento de un hombre enterrado vivo). Estos días está de promoción de su más reciente libro, Cuentos telúricos: lo presentará mañana, martes, en el Museo de Málaga, a partir de las 19.00 horas, invitado por el Centro Andaluz de las Letras. Lo presentará el escritor venezolano afincado en Málaga Rodrigo Blanco Calderón.

Todo había empezado muy bien, hijo de una botánica y un ingeniero agrónomo, nació (1973) en Pazos Hermos, aldea ourensana, tierra de vinos y clérigos, a la que su madre regresó para parir a su vástago en un lugar con carácter (vivía en Madrid, un no-lugar). Se crió en Salamanca, «como Torrente Ballester» –apunta él–, cuando el de Los gozos y las sombras era de Ferrol, que poco o nada tiene que ver con esa Galicia profunda.

Había empezado muy bien: una casa llena de libros y una portada que llama su atención de chiquillo, y con 9 años se sumerge en La metamorfosis de Kafka. Ocurrió que de ahí saltó a Stephen King, y el terror psicológico versión B se le enquistó en la médula.

Ahora que publica su quinto libro, después de dos novelas más dos compilaciones de relatos breves y aforismos (maestro de la brevedad, lo que le distancia de su origen celta), dice cosas para parecer intrascendente, que es lo más in que instauró el pesado posmodernismo. Cosas como:

–«El creador se define a través del estilo y no de sus tesis; por lo general, la tesis es banal y lo que uno cree que cree casi siempre sobra».

–«Estoy a favor de escribir tonterías», para a renglón seguido, como ejemplo de tontería, citar la Odisea, el Quijote, Los viajes de Gulliver o Alicia en el país de las maravillas. Epatante tontería, porque –sostiene– lo que no es tontería pierde vigencia en tres años y él escribe, entendamos, para la posteridad.

–«La fuerza de una premisa abstracta suele ser más perdurable, mientras que el acercamiento pretendidamente social, o relevante, o comprometido, a las cosas suele ser fungible […] el compromiso sirve para tener razón, no gracia». Y, de paso, abomina de la autoficción, cuando como todo escritor está en el ojo de lo que cuenta; y se declara buscador de la verdad: «La realidad está bien para los alemanes y para el notario, la literatura busca la verdad». ¿No será la verdad una declaración de principios comprometidos?

Rodrigo Cortés es un escritor irreverente pero armado de rigor, un provocador refinado, poco refutable, irónico en grado sumo; y esto tienen los cómicos (a quienes admira), que suelen ser los más serios observadores y transmisores de la realidad.

Dice Pilar Adón (escritora y también editora) que es un escritor melancólico, lo que choca de frente con su desdén. ¿Qué escondes Rodrigo Cortés? Rodrigo Cortés está casado, vive en Madrid y es padre de un hijo que aún no lee: «Mi hijo es nativo digital. Le das un libro y hace así con los deditos, para ampliar el texto», escribía el autor en X. Es decir, nada le salva de la vulgar realidad o la costumbre, que tan alegremente desprecia.