Opinión | Notas de domingo

Alegrías, preguntas y respuestas

Digo que España le va a ganar 3-1 a Inglaterra. Y ahí queda el pronóstico, expuesto al acierto o al ridículo, encardinado en la pequeña posteridad, si alguien lee estas notas una vez que el partido haya terminado

Hay una algarabía matinal en el campamento, la chavalería repartida en mesas donde desayunan zumos y galletas antes de que los pongan a jugar al tenis o al fútbol y acaben todos en la piscina dando brazadas o boqueroneando

Hay una algarabía matinal en el campamento, la chavalería repartida en mesas donde desayunan zumos y galletas antes de que los pongan a jugar al tenis o al fútbol y acaben todos en la piscina dando brazadas o boqueroneando / L. O.

Lunes. Hay una algarabía matinal en el campamento, la chavalería repartida en mesas donde desayunan zumos y galletas antes de que los pongan a jugar al tenis o al fútbol y acaben todos en la piscina dando brazadas o boqueroneando. Se contagia uno del ambiente festivo, joven, alegre, en un día de julio en el que el calor aún no ha presentado sus credenciales. Esto es una forma cursi de decir que aún no había llegado el terral traidor y lacerante, que derrota iniciativas, desgasta el entusiasmo, calienta la sangre, espolea malos humores y castiga cuerpos y asfaltos. Enfilo hacia una zona de la ciudad poco explorada por mí y tomo escaño en uno de los desayunaderos elegantes de la zona. Hay un inusual alto número de personas que tienen un periódico impreso. A ver si he viajado en el tiempo. Pido café y leo varias columnas. Jabois, Rábago, Morillo, Tallón. Pienso en qué estarán haciendo ahora los niños campamentales. Saboreando un verano que será en nada una añoranza: de días infinitos, galletas de chocolate, cloro en los ojos y orilla cómplice.

Martes. Leo en Ethic un texto de Esther Peñas sobre Oriana Fallaci titulado La reportera insolente. «Revolucionó el modo de ejercer la profesión, enseñándonos que siempre hay que colocarse frente al poder, jamás a su lado. El poder emponzoña». La Fallaci fue maestra de entrevistadores. «Su modo de entrevistar era áspero e incómodo. Resultaba impertinente, ruda y fastidiosa para sus interlocutores, pero ninguno resistía el prurito de ser entrevistado por ella». Leí cosas de Fallaci hace mil años por consejo de mi señor padre. Tal vez la entrevistadora española más potente, que no iba a la zaga de Fallaci, haya sido Rosa Montero. «Cada entrevista es un retrato de mí misma, son una extraña mezcla de mis ideas, mi temperamento, mi paciencia», dijo una vez la italiana (1929-2006). Afirma Peñas que Oriana Fallaci se estudia en todas las facultades. Ay, ojalá, no todo van a ser redes sociales.

Miércoles. Voy a comenzar una colección de frases sobre la siesta. Se admiten aportaciones. Siempre que no sean a la hora de la siesta. «El gato se hace el muerto para que lo dejen dormir la siesta», decía Gómez de la Serna. La sabiduría popular, o más bien la 'mala milk', dice: si quieres matar a un fraile quítale la siesta. Hay un breve ensayo del año 2020 en Anagrama, El don de la siesta, de Miguel Ángel Hernández, en el que la define como «el arte de la interrupción». Sublime. Cela se las echaba de «pijama, Padrenuestro y orinal» , Dalí de apenas un minuto. Churchill se las pegaba de órdago, lo cual nos enseña que si te organizas bien el día puedes hacer muchas más cosas en la jornada que derrotar a los nazis. Me levanto de la siesta y me asalta una duda no menor: no sé si escribir un editorial o comerme un bollo.

Jueves. Hoy la tertulia en Canal Sur Radio dirigida por Manolo Pérez Alcázar es con Silvia Moreno, de El Mundo e Ignacio Moreno, director de La voz de Cádiz. Instan a hacer una porra. Digo que España le va a ganar 3-1 a Inglaterra. Y ahí queda el pronóstico, expuesto al acierto o al ridículo, encardinado en la pequeña posteridad, si alguien lee estas notas una vez que el partido haya terminado. No menos arriesgado, por lo que tiene de prospección, es hablar de cómo van a ser las políticas de inmigración en España. En un momento dado, o determinado, cuando me preguntan sobre la relación del PP con Vox, comienza un ruido infame justo encima de mí, en el techo. Parece un taladro gigante que estuviera perforando una cámara acorazada. Pierdo el hilo, si es que alguna vez lo he encontrado, me desconcentro, hablo aturdido, creo argumentar de manera inconexa y con los tímpanos fastidiados. Callo. Y oigo decir: buen análisis. El del taladro para. Me hiere el silencio.

Viernes. Hay palabras que están pidiendo la hora. Pasar al desuso. Dejar de trotar. Están cansadas y gastadas. Otras piden paso. Tengo que meter como sea la palabra tabuco en una conversación.