Opinión | Lectores

Cartas al director

'De ríos y de puentes', por Venancio Rodríguez Sanz

La filosofía oriental nos aconseja que no nos identifiquemos con lo que pensamos y sentimos. Y esto nos lo sugiere porque para doblegarlos, uno ha de saber que el ser humano no es esclavo de lo que siente y cavila. El filósofo y gurú Osho utilizaba la imagen de un río y un puente para explicar que la mente es como el flujo de una corriente de agua que no para. Nosotros somos aquel que está encima del puente observando el transcurrir del líquido (pensamientos). Y esto no es un truco para dominar las pasiones, sino que es la explicación de lo que sucede dentro de nosotros. De lo contrario y a pesar de la buena educación que podamos tener, seremos marionetas en manos de esos dos factores. Dicen que la mente es como una jaula de grillos, y la meditación es una forma de aquietarla. Pero, si no somos nosotros los que generamos esos ruidos, ¿de dónde nos vienen? ¿quién los trae? Jacques Lacan decía que somos hablados por las palabras.. Según lo dicho, ¿acaso no somos nosotros los sujetos pensantes? ¿seremos meros loros?... A lo largo de nuestra vida, todos tenemos que lidiar con nuestras pasiones y pensamientos. Todos sabemos que tenemos que controlar los impulsos, ¿será esa la razón por la que hay tanta violencia en el mundo?

'Tú eres Pedro', por Miguel Hijano Guerrero

Últimamente se oye y lee con frecuencia, aunque no todos los medios son fiables, sobre la crisis de la Iglesia y, en concreto, el acoso al papa Francisco desde la publicación de la exhortación apostólica «Amoris Laetitia» (la alegría del amor), saltando las alarmas en algunos sectores ultraconservadores de la Iglesia que incluso llegan a tachar de herejía al Papa, aventurándose algunos a instarle a dimitir o, en caso de no hacerlo, a cesarlo. Por supuesto que también hay mucho bulo en esto, pero el daño ya está hecho. Se trata de personas del alto clero y también de laicos que no aceptan la reforma de la Iglesia que pretende imprimir Francisco. No digamos nada desde que el Papa aceptó la bendición de homosexuales, cuando él nunca bendecía los actos sino a las personas. Y yo me pregunto, si una persona en pecado mortal va a misa, ¿no recibe al final de la misma la bendición igual que los demás? ¿No debe la Iglesia adaptarse a los signos de los tiempos? ¿Sería negativo ordenar a las mujeres, aunque sólo fuera para el diaconado como ocurría al principio del cristianismo? ¿No dijo el mismo Jesús que no había venido a llamar a los justos sino a los pecadores? ¿No dijo también que los publicanos y prostitutas los precederían en el Reino de los Cielos? Por más que leo documentos del actual Pontífice, no veo el menor indicio de herejía, más bien lo contrario. Francisco quiere abrazar a todos, justos y pecadores, ricos y pobres, buenos y malos. Nos olvidamos con frecuencia de las palabras de Jesús al constituir a Pedro como jefe de la primitiva iglesia: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán». Y en otro momento, que viene ahora muy al caso, dijo: «Te daré las llaves del reino de los cielos, lo que atares en la tierra será atado en el cielo, lo que desatares, será desatado en el cielo». Creo que con estas palabras está probado que el Papa puede reformar lo que crea conveniente, máxime con el apoyo de la línea sinodal que propugna Francisco. Eso sí, sin desviarse de la doctrina evangélica. Pidamos a Dios que no caigamos en otro cisma, que es lo que ya le faltaba a la actual situación mundial que estamos viviendo.