El Muelle Heredia no se diferenciaba mucho de cualquier ensanche de cualquier ciudad, una zona portuaria en la que la degradación era evidente y la prostitución poblaba cada esquina, en el sentido metafórico y literal, con los problemas de seguridad que esta actividad llevaba aparejados cada noche. Un negocio arraigado y continuado en el tiempo, que se hacía también presente en el comercio, con numerosos sex shops, tiendas eróticas y clubes de alterne. Todo, a 350 metros de la calle Larios, en pleno Centro. de la ciudad. Hace una década del germen del Soho, de una iniciativa de renovación integral que partió de los empresarios y vecinos de la zona y que el Ayuntamiento asumió como suya, invirtiendo fondos europeos en la reurbanización de entorno. Y aunque cuesta y es difícil convertirlo ese polo de atracción cultural soñado en el origen, y los problemas iniciales han mutado en otros, el barrio ya conseguido despegar.

Corría el año 2009. Sergio García Orbegozo y Aurora de la Rosa convocaron las primeras reuniones. Lo hacían en el bar del primero, en la confluencia de las calles Tomás Heredia y Trinidad Grund. A ellas se sumó, desde el primer momento, Francisco Carrasquilla, histórico comerciante numismático de la calle. «Sabíamos que podíamos acceder a fondos europeos para llevar a cabo esta modificación importante que necesitaba el barrio, y por eso comenzamos a tener reuniones y a tener encuentros con el Ayuntamiento, al que trasladamos nuestras peticiones y les indicábamos lo que queríamos», recuerda Carrasquilla.

Los vecinos y comerciantes plantearon el proyecto y lo transmitieron al Ayuntamiento. «Gustó tanto, que el PP lo incorporó a su programa electoral en las elecciones de 2011», recuerda Gemma del Corral, la concejala del distrito Centro, que está convencida de que el éxito de este plan es que surgió «de abajo a arriba». «Los vecinos querían espacios más agradables para la convivencia, calles peatonales, que se generara inversión y emprendimiento, más seguridad...» Eran las principales demandas. Entró en juego también el OMAU (Observatorio de Medio Ambiente Urbano) que gestionó la financiación europea a través de los Fondos Intered. Algo más de 1,3 millones de euros iniciales para llevar a cabo estos planes de desarrollo urbanístico y cultural de la zona .del ensanche del Muelle de Heredia y las calles Casa de Campos, Tomás Heredia, Vendeja o Córdoba.

La influencia vecinal fue tal, que logró corregir los planes municipales iniciales. Tanto Del Corral como Carrasquilla señalan que las primeras obras servirían para peatonalizar la calle Casa de Campos. «Nosotros consideramos que el eje central del barrio es Tomás Heredia. Recogimos firmas y el Ayuntamiento cedió a nuestra postura», explica el empresario. «Fueron trámites duros, pero al final se logró», añade.

La edil califica el Soho como el «primer proyecto auténticamente participativo». Per se, y a pesar de la degradación descrita, el Ensanche tenía un gran potencial para convertirse en un importante polo de atracción multicultural. De ahí el nombre elegido, como el Soho de Nueva York. «Quisimos llevarlo a nuestro terreno y llamarle Sojo, con j, pero al final lo dejamos tal cual», indica Gemma del Corral, que recuerda igualmente a Fernando Francés, del CAC, o a Francisco Jurado, de Aplama, como figuras clave en la puesta en marcha del proyecto. «Necesitaban un empujón y se lo dimos», indica la concejal, que reconoce que el Ayuntamiento lo que hizo fue «facilitar los proyectos de la gente del barrio». A ellos se debe, como agente impulsores del proyecto, entre otras cosas, que los máximos exponentes del arte urbano internacional dejaran su impronta en muros y paredes en forma de graffitis.

Francisco Carrasquilla sostiene que el cambio experimentado «es bastante positivo». El barrio, sin duda, respira vida. Se han abierto nuevos negocios, se han rehabilitado edificios, se han peatonalizado calles (y todavía quedan, como Trinidad Grund, donde las obras comenzarán en breve en distintas fases y en tres años habrá cambiado también su aspecto) o se han creado nuevas zonas verdes o rehabilitado jardines, como los de Alfonso Canales. Pero, ¿ha llegado a ser el Soho ese crisol cultural que pretendía ser? Quizás todavía queda.

Esperanzas hay puestas, muchas, en el nuevo teatro de Antonio Banderas, antiguo Alameda, «que puede ser un revulsivo más, uno de los proyectos que pensábamos y anhelábamos», dice Del Corral. O la rehabilitación de la Equitativa y su conversión en un nuevo hotel. Por supuesto, los vecinos tampoco renuncian al desarrollo del plan del Puerto, al derribo del muro y a la conexión peatonal por Tomás Heredia con el mercado de Atarazanas, BIC.

Además, si el barrio ha mutado, los problemas también. Ahora son otros. La revalorización de la zona ha dejado pisos más caros y un alquiler de locales se ha disparado y es un 45% más elevado, lo que hace que no puedan ser ocupados por artistas, como era la idea inicial. En cambio, como dice Carrasquilla, se han multiplicado los negocios de restauración. «Antes de 2012 había 68 bares o restaurantes. Ahora hay casi 200. Son los únicos que pueden hacer frente a esas rentas», reconoce. De hecho, el 85% de los nuevos negocios se dedican a la hostelería.

Las obras del metro y de la Alameda han provocado que la zona se convierta en una «ratonera» porque toda la circulación está siendo desviada por el barrio, «aunque se haya modificado el cruce por el puente de la Misericordia». Por eso, los vecinos esperan que estos trabajos concluyan cuanto antes y superar estas incomodidades.

Del mismo modo, y como la pólvora, se ha extendido el fenómeno de las viviendas turísticas, con la controversia que generan y los problemas de ruidos y convivencia.

Gemma del Corral reconoce que los residentes han tenido que soportar inconvenientes y asumir sacrificios que, de otra manera, hubieran hecho inviable el plan del Soho. «Se han reducido las plazas de aparcamiento», por ejemplo. Gracias también a la complicidad vecinal, se pudieron acometer los graffitis en los muros de los edificios. Y admite que todavía es un proyecto en evolución. El fin sigue siendo el mismo: hacer de la zona un lugar culturalmente atractivo, que atrape a la gente que sea amante del arte. «Podemos sentirnos muy satisfechos de lo logrado hasta ahora», concluye.