El municipio de Fuengirola está viviendo estos días su Feria de la Virgen del Rosario. Hay ganas de fiesta, aunque el bolsillo no acompañe. Lo que sí quedó claro es que los aficionados que ayer ocuparon más de la mitad de los tendidos del coso acudieron con el firme propósito de divertirse. Y lo consiguieron. Contaron con el beneplácito de una presidencia que se unió a la masiva concesión de trofeos en una corrida de Hermanos Sampedro, que no puso en aprieto a los espadas.

Por no faltar, no faltó ni el indulto. En la misma línea de exigencia que en el resto de la corrida, Enrique Ponce perdonó la vida a un astado de gran nobleza denominado ´Primavera II´. Fue el cuarto de la tarde, y el de Chivas mostró que el toreo de calidad gusta en todas las plazas. Su dominio de los tiempos y su temple nos deleitaron con una bella faena, en la que sobresalieron los balanceos con la rodilla flexionada, previos a los circulares invertidos, que ya han sido bautizados como ´poncinas´. Los máximos trofeos simbólicos se unieron a los dos paseados en el que abría plaza, en otra labor estética y variada, aunque no rubricada con una estocada arriba.

Orejas. Pese a cortar tres orejas, Salvador Vega no tuvo suerte en el lote. Le tocaron el inválido y el rajado. Paseó del sobrero segundo, en el que su paciencia tuvo premio final con una buena tanda por cada pitón. El otro trofeo fue de un animal que no quiso pelea, por lo que sólo quedó la opción del arrimón.

También salió a hombros el alicantino José María Manzanares, quien no obstante no mostró el empaque que se le presupone a su toreo. Simplemente correcto en su lote, dio muchos pases, casi todos limpios, pero dio la sensación de estar deseando que concluya una temporada que no ha sido especialmente brillante para él.