La dura vida de un mito

El infierno que encumbró a Frida Kahlo

Obligada a permanecer en una cama y con secuelas permanentes, una columna rota por tres partes y una pierna fracturada en once, la artista no se rinde y hace de su reclusión el inicio de su arte. Fue esta mujer increíble la que dijo en su momento que «toda destrucción da lugar a un nacimiento». Y ella lo demostró.

Kahlo, en una trajinera de Xochimilco, barrio de Ciudad de México.

Kahlo, en una trajinera de Xochimilco, barrio de Ciudad de México. / L.O.

Lucía M. Algobia

Frida Kahlo dijo una vez : «Toda destrucción da lugar a un renacimiento». Una frase tan icónica como lo es la figura de la artista mexicana. Marcada por una vida de dolor y pasión a partes iguales, su legado desafío las convenciones de la época y dejó una huella imborrable para la historia.

Nació el 6 de julio de 1907, en Coyoacán (México) y, aunque su intención es convertirse en médico, una infancia marcada por la enfermedad y un accidente de autobús del que resulta gravemente herida, cambiarían su destino. Con tan solo 18 años Frida sufre múltiples fracturas y lesiones con un dolor crónico hasta el fin de sus días. Pero como señalaba al principio y como si del Ave Fénix se tratase, la joven no deja que la tragedia la defina. Obligada a permanecer en una cama y con secuelas permanentes, una columna rota por tres partes y una pierna fracturada en once, no se rinde y hace de su reclusión el inicio de su arte.

Gracias a un caballete especial que le facilita el poder pintar y un espejo, colocado en la parte superior que le permite verse así misma, empiezan a nacer los primeros cuadros y autorretratos. La obra de Kahlo se caracteriza por sus vibrantes pinturas y su estilo único que fusiona surrealismo y realismo con elementos de la cultura mexicana. Con el autorretrato explorar su identidad y existencia, plasmando en el lienzo su dolor físico y emocional. Durante sus viajes por México, Frida redescubre su propia identidad, integrando elementos del folclore mexicano y la naturaleza en su arte. Fruto de este encuentro adopta la vestimenta tradicional, convirtiéndola en un símbolo de su conexión con sus raíces mestizas y su celebración de la cultura indígena.

Sus pinturas son un diario visual en el que narra qué ha vivido y qué está viviendo, pero también qué le gustaría vivir. Obras como Las dos Fridas y La columna rota capturan su dualidad interna y su constante lucha contra el dolor.

Frida Kahlo, con una figurilla olmeca.

Frida Kahlo, con una figurilla olmeca. / L.O.

En 1927 empieza a incorporar temas de carácter social, como la política, consecuencia de sus amistades con personalidades como Julio Antonio Mella, periodista cubano exiliado en México, o la fotógrafa italiana Tinna Modotti, con quien asiste a reuniones del Partido Comunista de México. Es en uno de estos encuentros donde conoce al que será su marido, Diego Rivera, y aunque la relación de ambos siempre está marcada por una cuerda tirante entre la obsesión y la infidelidad, sus intereses comunes, su apoyo mutuo y el amor que se procesan les acompaña toda la vida. Se casan, se divorcian y se vuelven a casar, y ambos comparten vida en la que se denomina como La casa azul, actualmente convertida en un museo dedicado a la artista. En ella organizan fiestas rodeados de invitados de toda clase del mundo intelectual y de sociedad.

Chavela Vargas

Frecuentando estas celebraciones, llega un día a la vida de Frida Kahlo la cantante costarricense Chavela Vargas. Maravillada con su presencia, Kahlo la invitó a quedarse en su casa por un tiempo, algo que Vargas aceptó. Poco a poco surge y se forja una gran amistad, basada en una profunda admiración mutua, que reflejó el espíritu libre y la rebeldía que ambas mujeres compartían.

Chavela Vargas, quien considera a Frida una inspiración, encuentra en ella un reflejo de su propia lucha por la aceptación y la libertad personal, fortaleciendo así el legado de Kahlo como una figura que trasciende el tiempo y las fronteras culturales. Muchas son las historias que apuntan a que ambas tuvieron algo más que una bonita amistad y aunque la verdad absoluta nunca ha salido a la luz, la pintora deja alguna que otra pista cuando en una carta a su amigo Carlos Pellicer escribe: «Hoy conocí a Chavela Vargas. Extraordinaria, lesbiana, es más, se me antojó eróticamente». Por la parte de Chavela, quedan títulos como la Paloma negra o La llorona, dedicados a Frida.

El legado de Frida Kahlo va más allá de su obra pictórica. Se erige como un icono del feminismo y la autoexpresión, inspirando a generaciones de artistas y activistas. Su capacidad para transformar el dolor en arte y su dedicación a la representación de la mujer en la modernidad la han convertido en un símbolo perdurable de fuerza y autenticidad.

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