Opinión | Juzgado de guardia
José Antonio Sau
¿Qué pasa con los vigilantes de seguridad?
La crisis, como la muerte, tiene el maldito efecto de igualarnos a todos en sentido negativo, claro está: cualquiera puede perder su empleo. En eso sí que hay igualdad de oportunidades. Bueno, con una salvedad: los políticos siguen viviendo muy por encima de las posibilidades de cualquiera, pero el resto, los currantes, han de enfrentarse cada día al hecho incierto de que al final de la jornada igual forman parte de la cola del INEM. Les digo esto porque en algunos colectivos, como el de los vigilantes de seguridad de la Ciudad de la Justicia, esa intuición se está convirtiendo en certeza si veraces son los rumores que apuntan a que la Junta de Andalucía podría prescindir de este grupo de profesionales que con todo el mimo y la eficacia de la que son capaces han desempeñado siempre su ingrata labor con una sonrisa en los labios. Las más de las veces. El rumor incide en que en unos meses la treintena larga de vigilantes del edificio podrían perder su empleo si se confirma que, realmente, la Junta pretende prescindir de la empresa que actualmente presta este servicio.
La crisis todo lo iguala, como decíamos, y los vigilantes de seguridad lo único que quieren es conservar su empleo. Muchos de ellos tienen hijos e hipotecas, realizan largos y duros turnos, y parece ser que en octubre, mes que hoy comienza, ya serán menos en algunos de los turnos o puestos a cubrir. La eliminación de sus trabajos podría llegar en 2013, si la Junta no recapacita en cuanto a lo que parecen ser firmes intenciones, también en otros edificios judiciales de la provincia, informa una fuente sindical que corrobora que este planteamiento está adquiriendo forma en algunas instancias oficiales.
Hay quien ha llamado la atención acerca de que, hasta que el edificio no ha cumplido cinco años, no se han empezado a apagar las luces por la noche. Quizás, si el ahorro hubiera empezado antes ahora no nos veríamos en la situación en la que estamos.
Vuelve hoy el juicio del caso Pantoja, de nuevo, con un espectacular seguimiento mediático y con la seguridad de que las vistas van a dejar muchos titulares, especialmente cuando empiecen a hablar los protagonistas del caso. De la misma forma, Astapa se prolonga ya demasiado en el tiempo -las primeras pesquisas se iniciaron en enero de 2007-, pese a que una operación policial en marcha romperá a medio plazo, otra vez con un ayuntamiento en el punto de mira. Parece que no aprendemos, pero la corrupción ya ha anidado en nuestros corazones.
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