Cerro La Tortuga

2.500 años de Historia y 47 de abandono

Juan Manuel Muñoz Gambero vuelve al escenario que comenzó a excavar hace 55 años para denunciar su expolio

Juan Manuel Muñoz Gambero, esta semana en el Cerro de la Tortuga de Teatinos junto a los restos de las cisternas del complejo.

Juan Manuel Muñoz Gambero, esta semana en el Cerro de la Tortuga de Teatinos junto a los restos de las cisternas del complejo. / ARCINIEGA

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

­El lugar que hoy ocupa la residencia militar Castañón de Mena lo ocupaba un polvorín del Ejército, así que cada vez que subía el Cerro de la Tortuga, situado detrás, escuchaba el «¿quién vive?» del centinela y tenía que contestar con un eufórico «¡España!».

Poco antes, el 20 de diciembre de 1959, el joven Juan Manuel Muñoz Gambero se topó en este cerro con lo que creyó en un primer momento innumerables restos de botijos rotos, «hasta que encuentro la primera pieza pintada y veo claramente que no eran botijos».

El arqueólogo malagueño acababa de regresar de unas excavaciones en Carteya (San Roque) con el profesor Julio Martínez Santa-Olalla e informó del hallazgo a su maestro. «Me dijo: Bravo, Manolito, mándame las piezas y no lo hice porque el gran defecto del arqueólogo es que te devuelve las piezas en el Holoceno Superior», bromea.

El joven malagueño, que poco antes había fundado el Grupo de Investigaciones Arqueológicas y Espeleológicas de la OJE de Málaga (GAE) -el primer grupo profesional de arqueólogos de la provincia- había descubierto en este rincón perdido de Málaga los restos arqueológicos de uno de los lugares sagrados más importantes del Mundo Antiguo en Andalucía, un conjunto de santuario-necrópolis ibero-púnico del siglo V antes de Cristo que Juan Manuel y su grupo excavaron de 1960 a 1968 y que les depararía importantes sorpresas.

2.500 años de Historia y 47 de abandono

2.500 años de Historia y 47 de abandono

55 años más tarde, el prestigioso arqueólogo, que a lo largo de su carrera ha descubierto entre otros yacimientos la cueva del Humo, en La Araña y la ciudad fenicia del Cerro del Villar, ha regresado esta semana al Cerro de la Tortuga, nombre que él mismo le dio para diferenciarlo de su casi gemelo, el Monte Coronado. Por desgracia, Muñoz Gambero, que ayer sábado se reunió con los integrantes del grupo para conmemorar el 55 aniversario de su creación, ha subido al Cerro de la Tortuga para constatar el expolio y abandono de esta zona arqueológica, declarada Bien de Interés Cultural en 1999.

Pero la protección sólo está en el papel, no en la realidad. Repartidos entre el Ejército y una constructora malagueña que no puede construir en ellos, los terrenos están vallados pero con vallas rotas, así que mientras se asciende las cacas de perro de cientos de mascotas se alternan con las huellas que los practicantes de motocross dejan en la hierba.

En este escenario con la máxima protección arqueológica hay además acampadas ilegales, restos de basura, pintadas con grafiti y la tarea incansable de los descontrolados aficionados a la arqueología y los buscadores de tesoros imaginarios, aunque a veces los expoliadores dan con la tecla: «En la parte baja de los olivos apareció la figura en bronce de un carro tirado por caballos con un guerrero. Fue expoliada. He intentado por todos los medios acceder a ella para fotografiarla pero no hay manera», cuenta Juan Manuel Muñoz Gambero.

En El Cerro de la Tortuga. El Templo y la Necrópolis Ibero-Púnica de Málaga, publicado en 2009 por la Fundación Málaga, el veterano arqueólogo resumió los ilusionantes años de excavaciones, cuando salía a la luz este complejo de hace 2.500 años, con tumbas en las estribaciones del cerro pero también junto al santuario de gruesos muros, con una probable torre adosada que serviría como observatorio astronómico y faro y en las proximidades, cisternas para el agua sagrada y para los ritos funerarios. Un lugar mágico conectado con el sol, al que acudirían los marinos para rendir culto en un mundo bástulo fenicio o incluso libio fenicio, como apunta el profesor.

2.500 años de Historia y 47 de abandono

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Juan Manuel Muñoz Gambero sube con agilidad el cerro. «Este es el mismo camino que hacíamos hace 55 años», cuenta. De vez en cuando se agacha para recoger restos de cerámica ibérica. Aquí fue, en el Cerro de la Tortuga, donde localizó los primeros indicios de una de sus principales investigaciones: las extrañas incisiones que presentan algunas rocas y que evidencian que este lugar santo, relacionado con los vivos y con los muertos, es mucho más anterior y podría tener una antigüedad de unos 10.000 años. Se trata de lo que ha bautizado como ELM (Escritura Lineal Megalítica), de la que está escribiendo una esclarecedora monografía que espera publicar en 2016 con la Fundación Málaga, entidad de la que es asesor. Miembro del Instituto para Investigación de las Civilizaciones Cananea, Fenicia y Púnica del Mediterráneo, con sede en Líbano, el prestigioso arqueólogo contempla con desazón cómo los vándalos están arrancando los estucos milenarios de las cisternas, arrastran los vestigios del templo, lanzan sillas a la sima que formaba parte del santuario... «Lo que se ha podido perder de información. Están machacando todo», concluye.

En el BIC Cerro de la Tortuga, con un 75 por ciento todavía por excavar, la falta de vigilancia y la pasividad de las instituciones está acabando con los valiosos restos sacados a la luz por una generación inolvidable de arqueólogos malagueños. Desde 1968 el Cerro de la Tortuga aguarda ser excavado de nuevo y preservado con dignidad.

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