­­Estamos inmersos en una era digital que condicionará, y mucho, nuestra forma de entender el futuro. Marc Vidal, analista y consultor económico, estima que en poco más de dos décadas las máquinas sustituirán por completo la labor del hombre. ¿Estamos en peligro? Es evidente que sectores como la fabricación o los transportes cuentan con un alto potencial técnico para la automatización. Será entonces cuando el capital humano se convierta en un valor añadido que nos diferenciará a los unos de los otros. Un horizonte más cercano de lo que imaginamos que acabará por transformarnos.

¿Cuál fue el germen de su interés por la economía?

A los 15 años me escribí a mí mismo una carta para abrirla 30 años después. Ya entonces, era un apasionado de la ciencia ficción y me impregné de la curiosidad de predecir qué pasaría en el futuro. El camino hasta aquí ha sido un progreso constante.

¿Con qué actitud debe enfrentarse un emprendedor a su futuro empresarial?

Un buen emprendedor debe asumir que estará toda su vida formándose y renovando sus conocimientos. La tecnología del futuro hará nuestro trabajo mejor que nosotros mismos, por lo que tendremos que convivir en una dinámica de aprendizaje con una buena maquinaria que estimule ese estilo de trabajo.

¿El emprendedor nace o se hace?

Se aprenden aptitudes combinadas con actitudes que nos vienen dadas. En España tenemos una escasa capacidad de asumir que algo nos puede salir mal.

¿Cómo se afronta el fracaso?

Superar una etapa de frustración no solo depende de nosotros mismos. El marco legislativo vigente impide que seamos capaces de escapar de una crisis. Mientras que en otros países cometer un error se valora como una forma de aprendizaje, aquí tendemos a rechazar a los que fallan.

¿De qué debe huir un emprendedor?

De repetirse. Un emprendedor debe tener la capacidad de renovarse y saber escapar de la rutina profesional. Para triunfar, hay que ser extremadamente innovador. Solo así podrá posicionarse una empresa que esté empezando.

¿Lo tiene fácil el emprendedor en España?

En España hay unos emprendedores con una capacidad de trabajo brutal, que dedican horas a un único proyecto. Creo que el fallo radica en que pensamos que el mercado español es maduro y quizá aún nos falte mucho por hacer. Tenemos que apostar por exportar más, hacernos más internacionales.

En su libro 'Una hormiga en París' afirma que en sus inicios empresariales la capital francesa era el centro del mundo. ¿Dónde está ese centro ahora?

No es posible identificar una única ciudad como centro global. Ya no existe un centro neurálgico desde es el que se manejen los hilos. Dublín, Barcelona o Madrid son capitales del futuro que están trabajando en la transformación digital de su masa social.

La tecnología dominará el mundo. ¿Significará eso que se destruirá el empleo?

Hay máquinas que van a sustituir una parte fundamental de la labor que hacemos ahora. Va a modificarse la idea que tenemos de trabajar. La inteligencia artificial transformará, por ejemplo, nuestra forma de hacer la compra. Las tiendas físicas no desaparecerán, pero sí cambiará lo que hagamos en ellas. Se tratará más de probar el producto y comprarlo después desde casa. Vamos a un mundo con un empleo distinto.

¿Supondrá, por tanto, un retroceso económico?

Al contrario. Todo aquello que sea factible de ser digitalizado, lo será. Es un concepto que no es fácil de asimilar, pero en el futuro inmediato dejaremos de comprarnos vehículos. Yo hace diez años que vendí el mío y creo que llegará un momento en el que dejemos de pagar por un coche y pagaremos por un servicio. Los coches se conducirán solos y vendrán a recogernos al sitio que les pidamos. Después, no tendremos que preocuparnos más por ellos. Será similar al servicio que proporcionan los transportes públicos o las aplicaciones de trayectos privados.

«El trabajo de los humanos será de humanos y el de las máquinas será de máquinas». ¿Trabajamos como robots?

Sí. Hay muchas profesiones que podrían sustituirse por una cadena simple de montaje. Más incluso de las que pensamos. Hay funciones repetitivas, como las de los contables o los abogados, que ya no deberíamos hacer nosotros. Esos puestos tendrían que centrarse en labores de creatividad que marcaran la diferencia.

¿Estamos preparados para asumir tantos cambios?

No todo será tan apocalíptico. No van a desaparecer puestos de trabajo, pero sí que acabaremos con la forma en la que los desempeñamos. España no es un país que esté capacitado para la revolución digital tal y como yo la entiendo. Aún no nos hemos puesto a debatir qué ocurrirá cuando se transforme nuestro modelo productivo. La biotecnología, sin ir más lejos, ha igualado su peso con el turismo en términos de PIB, y sin embargo ocupa a millones de personas menos. Hay que analizar cómo va a ser el mundo cuando existan automatismos que requieran una legislación concreta al respecto.

¿Huye España de una transición obligatoria?

En España no se premia el esfuerzo de las empresas que investigan sobre el futuro. No se analiza desde un lugar exento de ideología qué puede pasar con una renta mínima universal, aunque ya tengamos una en funcionamiento, llamada jubilación. Lamentablemente, el tren saldrá y hay países que se subirán a él y otros que no.

¿A quiénes perjudican estos cambios?

Avanzamos a una etapa incómoda para todos aquellos que se benefician de factores que en sí mismos les aportan rentabilidad. Intervenir sobre ellos, cambiar modelos económicos, resulta incómodo. La sociedad de hoy en día no es capaz de participar de manera común en el modelo económico. No hay un acceso abierto en todos los sentidos. Hay unos que pueden más y otros que pueden menos. Modificar eso, apostar por una economía circular, es un riesgo que muchos empresarios se niegan a aceptar.

¿Superará el alumno tecnológico al maestro humano?

Hay dos tópicos que rigen en la sociedad. Yo lo llamo 'robocalipsis'. Se ha creado un estado de opinión contrario a la evolución. La robotización va a ser mucho más parecida a la forma en la que, por ejemplo, se incorporaron los cajeros automáticos. Los robots no van a encajar en ese ideal ficticio que tenemos de ellos. Serán eficientes, tendrán forma robótica, pero serán reales. La diferencia estará en aquellos países que sepan crearlos, diseñarlos y modificarlos y aquellos que solo alcancen a comprarlos.

La diferencia esencial entre una máquina y un ser humano está en los sentimientos.

Donde no haya valor humano, se extinguirá el empleo. Costará trabajo entenderlo así. Ya pasó en la Revolución Industrial. Soportaremos los cambios como una crisis. El paro volverá a aumentar, pero esa coyuntura dará pie a que emerjan nuevos puestos de trabajo en los que se precise del capital humano. Confío en que para entonces busquemos oportunidades dentro de la revolución.

Renovarse o morir, ahora más que nunca.

Las empresas que lleven más de 50 años haciendo lo mismo, tendrán que resurgir haciendo algo distinto. No hay ninguna tipología de empresa que no pueda reinventar su modelo de negocio y enfocarlo a otro lugar.

¿La tecnología nos divide o nos une aún mas?

Depende de la forma en la que la usemos. La idea es utilizar la tecnología autónoma para hacer tareas mientras tú no estás, al tiempo que utilizas esa misma tecnología y te vales de ella para conectarte con los demás. Es un círculo del que todos podemos beneficiarnos.

¿Cuáles son sus aplicaciones de cabecera?

Linkedin, las de mensajería móvil y una red de transporte privado.

Una empresa en la que le gustaría invertir.

Actualmente trato de invertir en empresas que generen contenidos que se van a consumir dentro de un coche.

¿Qué consejo se daría si volviese a empezar?

Andar con más cuidado. Seguramente me aconsejaría formarme aún más. Me hubiese gustado acercarme a la economía desde un punto de vista más tecnológico. Por suerte, aún estoy a tiempo.