Con una cerrada ovación recibieron ayer los dirigentes del PP andaluz a su líder en el primer comité ejecutivo regional tras el fiasco electoral del domingo. Fue un acto de cierre de filas con Javier Arenas, de agradecimiento por haber llevado al partido a una victoria «histórica» en Andalucía. Pero nadie en el partido está contento con un resultado mucho peor del esperado. Las expectativas eran enormes. Nunca el PP tuvo tanto a su favor para arrasar en la comunidad –paro, desgaste de 30 años de socialismo y escándalos de corrupción–, pero se quedó muy lejos de la mayoría absoluta, a cinco escaños.

Arenas, cuyo futuro se escribirá probablemente lejos de Andalucía a medio plazo, quiso tranquilizar a los suyos y aseguró que seguirá en el Parlamento andaluz. Lanzó un pacto de «gobernabilidad» al PSOE para que permita que mande la lista más votada, una opción que inmediatamente descartaron los socialistas.

Había mucha expectación por escuchar a Arenas después de su amarga victoria del domingo. El PP-A se reunió en Córdoba para analizar el pinchazo en las urnas. El discurso oficial invita a sacar pecho por un resultado «histórico», pero las aguas en el partido andan revueltas porque se abre un periodo incierto, lleno de incógnitas. La carrera política de Arenas en Andalucía parece ya agotada y se da por hecho que no lo intentará una quinta vez en 2016. Son muchos los que piensan que su marca resta más que suma de cara a los andaluces, aunque internamente no tiene contestación. Arenas ha sabido fraguar desde 2004 una red cohesionada en torno a su liderazgo y esto, unido a la escalada de éxitos electorales, ha neutralizado cualquier corriente crítica. Sencillamente no la hay y tampoco despunta ningún sucesor.

Se llegó a decir que el domingo puso su cargo a disposición del presidente del PP, Mariano Rajoy, algo que el partido desmiente tajantemente. Ayer insistió en que no dará la «espantá»: «Seguiré centrando mi actividad política en Andalucía y seguiré en el Parlamento», sentenció. Eso será el presente, el futuro más cercano. No hay dudas de que Arenas estará en el debate de investidura, que formará el grupo parlamentario. Antes del verano el PP andaluz celebra su congreso ordinario y ahí podría dar un paso atrás. Quizás opte a la reelección, como le pide su formación, pero elegirá un equipo con vistas a su sucesión, que no se alargará más de un año. Así, el nuevo líder tendría tiempo suficiente para consolidarse antes de la nueva cita electoral.

Una vez que cierre la página andaluza, Arenas podría volver a la primera línea de la política nacional, a un puesto relevante en el Gobierno de Rajoy, cuyo apoyo tiene garantizado. Fuentes populares apuntan a que se centrará ahora más en su cargo de vicesecretario de Política Local y Autonómica del PP, un puesto que había descuidado por la campaña andaluza. Sin embargo, ahí chocará con la secretaria general, Dolores de Cospedal, que se ha hecho todopoderosa en Génova y que mantiene una tensa relación con el líder andaluz. Pero nada de esto toca ahora, insisten en el PP.

Lo primero es reaccionar con «responsabilidad» y actuar como la fuerza más votada. De ahí que Arenas, en su primera intervención, propusiera al PSOE acuerdos de gobernabilidad «respetando el dictamen de las urnas», es decir, permitiendo al PP gobernar en minoría, como ocurrió en el País Vasco. La dirección nacional respaldó la oferta de pactos que hizo Arenas. En realidad nadie en el partido cree en esta posibilidad y enmarcan el ofrecimiento del dirigente andaluz en el «guion institucional». Está tomando la iniciativa porque ha sido el más votado, explican. «Tenemos la obligación de intentar evitar un gobierno que traiga más crisis y paro a nuestra tierra. Este momento nos debería exigir a todos poner por encima de cualquier afán a Andalucía y el interés general», manifestó Arenas ante la cúpula del PP-A. Este será el discurso del partido en adelante, advertir de que la entrada de IU en el Gobierno será un riesgo para Andalucía en un momento crítico, cuando tiene que acometer serios ajustes para cumplir con las exigencias del déficit impuestas por Bruselas.

«Andalucía es progresista». El PSOE se apresuró a descartar un pacto para aupar al PP a la Junta. La consejera de la Presidencia en funciones, Mar Moreno, aseguró que la preferencia del secretario general del PSOE-A y presidente andaluz, José Antonio Griñán, es «apostar por el entendimiento entre las fuerzas progresistas» sin que ello suponga «excluir del diálogo político y parlamentario» al PP como «fuerza más votada». «La lectura que hacemos de las urnas nos indica claramente la preferencia de los andaluces. Vamos a apostar por un entendimiento entre las fuerzas progresistas porque hay dos millones de andaluces que han votado progresista y un millón y medio que han votado conservador», reiteró. Ahora empieza una complicada negociación entre socialistas e IU para formar un gobierno de coalición, un proceso que no estará exento de trabas.

Pese a la dificultad del pacto, los socialistas están eufóricos por haber frenado contra todo pronóstico la marea conservadora. «Los resultados han sido antológicos», afirmó Mar Moreno. Entre las causas del chasco del PP en las urnas está la alta abstención, que por primera vez ha perjudicado a la derecha, la campaña de perfil bajo de Arenas y, sobre todo, el rechazo a las medidas de Rajoy.

El líder del PP andaluz negó ayer en público las dos últimas razones. Dijo sentirse orgulloso del tipo de campaña realizada y de la «tarea reformista» del Gobierno. Le acompañaba la ministra de Empleo, Fátima Báñez, responsable de la reforma laboral que paralizará el país mañana y culpable en parte de que el PP no lograra la mayoría absoluta. Son varios los dirigentes populares que achacan el resultado del domingo a las reformas y los ajustes de Rajoy. El líder del PP vasco, Antonio Basagoiti, fue rotundo: «La única diferencia para tener ahora 442.000 votos menos que en las generales han sido los ajustes, que no han gustado a todo el mundo».